Llegué al templo del Carnero en esta ciudad. Caí en cuenta que mis ropajes eran de enfermo y en ese mismo instante olvidé toda promesa que alguna vez hubiera hecho en mi vida. Era un nuevo comienzo. Por eso no dudé en tocar la mente de algún incauto y quitarle su traje para pasar más desapercibido.
El templo está rodeado de jardines con flores rojizas y amarillentas. Veo algunos monjes preocupados. Tal vez ya estarían enterados del evento en la casa de la Hidra. Pregunté a uno de ellos por el sacerdote Piro pero su mirada era de rechazo y no me animé a preguntar a un segundo. Pensé que mejor sería dirigirme directamente hacia sus aposentos. Ya es más de medio milenio desde que un nómada fuego me enseñase un hechizo de sombra y luz. Ahora, más que nunca, debí ocultarme en medio de la noche para hablar con el mismo Señor del Elemento Fuego.
Sin rodeos, les contaré mis sorpresa. Piro en una esquina, asustado. Y he aquí que el sexto pergamino se abrió. Tal vez el más impresionante de todos.
Ese día, tres hombres y una mujer salieron de su cueva y vieron el cielo abrirse, explotar de luz en medio de la noche. Era el fin del mundo. Del cielo cayó una lluvia de colores. Ese día los dioses nos visitaron por primera vez. Ese día el ser humano descubrió el fuego que altera la realidad, el agua que sana, el viento que todo lo sabe y la tierra que crea la vida. Ese día los cuatro sabios nacieron sin que ellos mismo lo supieran. Ese día el legado pasaría la llama sagrada que el Señor del Fuego de generación en generación ha encendido en cada templo conocido de la Flecha, del León y del Carnero. Ese día el agua sagrada fue escondida en los lugares más recónditos de la Gaia resguardando el secreto de la eterna juventud. Ese día el viento me dio la sabiduría para pasar los milenios en forma de días. Ese día la tierra retumbó para que otra nueva nazca en geografías que hasta ahora no dejan de asombrarme.
He aquí Piro que yo estoy para recordarte que eres el espíritu mismo de la Flama que arde en ti, en tu interior y yo te digo, arma para mí un ejército de valientes porque el mismo universo que conocemos tú y yo está al borde de la extinción.
Mira Piro la verdad. Deja que el mismo Señor del Viento te eleve en alto. Ve.
En medio de la noche, desde el otro extremo de Londo se pudo ver como una flama brilló más fuerte que antes, en su templo principal. Es el viento que ha dado alimento para que arda la llama del coraje y la valentía.
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