Del libro en producción "Ibara, escuela de magia"
Cuando fui a la escuela, claramente me advirtieron:
El universo hasta la voluntad,
la mano sólo saca
lo que pueda pagar.
De tal forma, conejos y flores. Siempre con mente firme y segura. Luego vinieron las cartas, la mano, la bola de cristal. Vivir en este mundo maravilloso de asombrar al infante dormido. Dejar volar al alma.
Me descuidé de estudiar monstruos. Nunca me llamó la atención ni pensé que los mortales podrían apasionarse por las criaturas del vacío.
El día de las varas fue fantástico. Por primera vez, el toque final al uniforme. La extensión del corazón, del alma. El tótem de la voluntad enlazada al corazón y la mente. El juego a la capa y el sombrero.
Verme en este teatro, delante de estas 784 almas, trae mis recuerdos más preciados. No me distraen las 29 personas que desgastan el sueño con la curiosidad vana. Por el contrario, las 573 explotan en mí el niño, el absurdo, la risa y el asombro. Por si acaso, saco una flor más de la nada para soltar la paloma que arranca de los restantes 181 el aplauso final sin poder levantar al señor de la primera fila.
Una venia termina este instante rejuvenecedor con aplausos de un público que suele llamarme: El Mago. Feliz, sé que cinco años más me serán regalados para esta vida.
El universo hasta la voluntad,
la mano sólo saca
lo que pueda pagar.
De tal forma, conejos y flores. Siempre con mente firme y segura. Luego vinieron las cartas, la mano, la bola de cristal. Vivir en este mundo maravilloso de asombrar al infante dormido. Dejar volar al alma.
Me descuidé de estudiar monstruos. Nunca me llamó la atención ni pensé que los mortales podrían apasionarse por las criaturas del vacío.
El día de las varas fue fantástico. Por primera vez, el toque final al uniforme. La extensión del corazón, del alma. El tótem de la voluntad enlazada al corazón y la mente. El juego a la capa y el sombrero.
Verme en este teatro, delante de estas 784 almas, trae mis recuerdos más preciados. No me distraen las 29 personas que desgastan el sueño con la curiosidad vana. Por el contrario, las 573 explotan en mí el niño, el absurdo, la risa y el asombro. Por si acaso, saco una flor más de la nada para soltar la paloma que arranca de los restantes 181 el aplauso final sin poder levantar al señor de la primera fila.
Una venia termina este instante rejuvenecedor con aplausos de un público que suele llamarme: El Mago. Feliz, sé que cinco años más me serán regalados para esta vida.