Había una vez un niño muy ocioso, tan ocioso que sus padres no lo desearon más. No lavaba, no trabajaba, no estudiaba. Por eso, abandonaron al niño ocioso a merced de las calles.
Una familia se apiadó de él y le recibió en su hogar. Le dio de comer, de vestir y una habitación para dormir. Pero al cabo de unos días, también se cansaron. Y una vez más, abandonaron al niño ocioso a merced de las calles.
Y el niño ocioso se fue a la plaza del pueblo y pidió a sus amigos que le llevasen en una sábana hasta el puente y de ahí lo lanzasen para morir, porque ya no quería vivir más.
Y así fue, que llevaron al niño ocioso en una sábana hasta el puente para de ahí lanzarlo a que muera, más todo el pueblo se reunió.
Un anciano pregunto y al recibir respuesta sobre el alboroto, ofreció al niño ocioso arroz para su alimento. Pero el niño ocioso no quiso comerlo porque estaba sin cocinar. Así que pidió entonces a sus amigos que lo llevasen al puente para de ahí lanzarse a morir.
Y sus amigos le llevaron en sábana. Y el niño ocioso se lanzó. Por eso, el niño ocioso, murió por ocioso.
Leyenda riobambeña, o no sé... pero algo así la escuché y yo la arreglé.