martes, 22 de junio de 2010

El ciclo del amor

Había una vez, una hermosa rosa. De pétalos grandes y perfumados. No tenía ninguna espina lo que la hacía la más atractiva de todas. Ella había nacido en un prado mágico donde su tierra le permitía crecer poderosa e indestructible de tal manera que cualquier mano que quisiera arrancarla no lograba de ninguna forma dañar su figura en lo más mínimo.

La rosa era feliz al pasar de los días porque tenía a su lado un hermoso geranio que le regalaba momentos eternos de gozo, en relatos y lenguas de enamorados. Incluso en las noches más obscuras donde su geranio amado dejaba de brillar en colores, su fragancia le era recuerdo del rostro que vería en la mañana.

Un día, un frío día, los demás seres del prado comenzaron a huir de helados vientos que venían de todos lados. Las aves volaban a tierras más cálidas y por eso, en gran tristeza los árboles perdían el deseo de sostener las hojas en sus brazos que daban cuidado y hogar a sus amigas aladas. Y así, poco a poco, cada una de las flores empezaron a inclinar su rostro al piso y decidir poner fin a tal desdicha.

La rosa, con ojos de angustia, buscó a su geranio pero éste ya se había marchado. La había abandonado y en ese día una lágrima final dejó caer la rosa. Pero ella, ella poco antes pensó que esto no podría terminar así porque había tenido una vida tan feliz y prometió remediar todo esto de alguna forma, de alguna manera.

Se sabe que la nieve borró todo recuerdo de lo que fuera un día el hermoso prado de las flores y un manto blanco era lo único a la vista. Todas las flores habían muerto, pero un día, el calor regresó.

Esa última lágrima que rosa había derramado en el piso fue su deseo final de felicidad a pesar de toda angustia. Y así, una pequeña y nueva flor empezó a brotar del suelo. Al principio, un poco mareada, pensaba que era un mundo nuevo que se abría a sus ojos pero luego ella recordó. Recordó su vida pasada, sus tristezas pero así mismo, sabía que con ella pronto despertaría su geranio amado. No fue mucho que mientras pensaba estas palabras un aroma familiar llegaría a dibujar una sonrisa en nuestra rosa querida.

domingo, 20 de junio de 2010

Cumbia

Canción, como si fuera cumbia, música chichera, pero de esas que te hacen reír. Bailable en quinceañeras y bodas de oro.

Al final me doy cuenta
que resultas de alto costo
en la eterna espera
de tu lento querer.

La promesa de la playa
del paseo a la montaña,
forma cruda y cruel
de tu lento querer.

No te apures en la prueba
del me quieres o no.
Prefiero amor y me alejo presto
de tu lento querer.

Con aprecio te recuerdo
tonto yo espero aprender
que me saque de la mente
el que siempre te querré.

Ensayo a Saramago

No he sido amante a la literatura clásica sólo por el hecho que sea escritor -a mucha honra porque escribo- y soy interpelado en varias ocasiones a la lectura recomendable. No leo a los grandes sino a mis maestros y Saramago vaya que lo ha sido, en un basto despliegue de creatividad y mordacidad. Lo último que es lo mío. He tenido la ventaja, si así fuera, de dejarme enamorar por cada nuevo escritor y como en toda relación, si no me siento interesado es mejor decirle un agradecido adiós. Usted lector o lectora no me reprenda por no querer a su Cortázar, García o Cervantes. Su pulso no fue fuerte para calar en mis hábitos y de a poco, ellos quedaron como propósitos de fin de año en algún estante o repisa de mi oficina.

Saramago ha tenido la valentía del gruñón. Un "mando a la mierda todo" mezclado con "te escribo esto porque realmente quiero entretenerte". Fue el primer escritor que logró hablarme y descubrirme lector. Como si mi escondite al frente de las páginas hubiera sido descubierto por un: te encontré. Con Ensayo sobre la lucidez me vi en un mundo nuevo de la historia de la literatura, con un empleo del lenguaje hablado en forma de tinta. Como él mismo dijera como remedio al desorientado: "Les digo que lean mis libros en voz alta y entonces agarrarán el ritmo, porque esto es oralidad escrita. Es la versión escrita del modo en que la gente se cuenta cuentos entre sí".

José Saramago ha fallecido el 18 de junio de 2010, a los 87 años y a penas he leído dos libros suyos. Tengo mucha dicha por delante con su obra.

miércoles, 9 de junio de 2010

Busto al amor

Yo creo en el amor. Me he vuelto un ferviente creyente y estoy dispuesto a dar mi vida para que la gente crea que existe, vive el amor en los sujetos que así deseen. Porque es cosa de querer, de voluntad, de expresarlo en pensamientos e ideas que incluso llegan a la acción tácita o activa.

Estoy rodeado de personas que a menudo pierden esta visión. Se fatigan, se olvidan incluso que tocaron con sus dedos al amor. Que el amor tocó su alma en formas que el más presto de los sentidos no podría explicar; vergüenza y envidia del tacto.

Yo no reniego del amor ni lo resiento. Hoy me he acordado de buscarle en las más ínfimas expresiones que la pareja ha de manifestar en mi siguiente momento ahí frente a mis ojos. Y le identifico, le aprecio, le veo los bordes y las formas; está en la mirada cómplice del amante eterno que te regala la sonrisa y el guiño; en el toque de frentes; en la lágrima del que se despide; en el abrazo del pecho fatigado.

Oh amor, hoy te quiero encontrar otra vez y ponerte un momento en bandeja; tomarte fotografía y huella digital; hacerte figura.

lunes, 7 de junio de 2010

Indomable

Gracias, Alfonsina Storni. Recordándote a tu salud.

Tú me quieres blanca


Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:

Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

jueves, 3 de junio de 2010

Sol

Hoy quiero enamorarte. Vienes a mí cada mañana pero por más cotidiano que seas, te aprecio. Te anhelo desde que ya brillas como aurora. ¿Es acaso tu coquetear ponerte más obscuro antes de estallar en colores? Y aveces te ocultas; otras, sofocas. Eres hermoso. Pero en fin, hoy quiero enamorarte. Baja tu mirada y por un momento, desdeña al resto. Sí, solo yo. Hoy te quiero regalar la flor que te espera. Hoy quiero que sepas que eres vida y si bien pronto te me puedas ir, es mi esperanza verte. Quiero ser domesticado.