miércoles, 30 de enero de 2008

Tercer Pergamino - El Reloj (Capítulo cuatro)

Aventurina, Ópalo y Turmalina tocaron a mi negocio. Siempre me da risa y gusto escuchar sus nombres. Hijas de la misma familia, pertenecían a una escuela que se especializaba en el manejo correcto de las piedras y lograban, para miedo de algunos, tomar el potencial infinito de la gema en particular que representaban. Son grandes amigas que traen alegría a mi vida y admito que su poder terrestre me es atractivo.

Nos sentamos a escuchar los ritmos de las gotas. Turmalina es buena con la fuente. Quien haya inventado tal instrumento musical sabría que los dioses estarían a sus pies, como ninfas deleitadas con la voz de su amado. Unas hierbas y aromas harían de la velada una tarde de recuerdo.

-¡Dejemos la charada hermanas! Noa, sabes que somos tus amigas y sería un insulto a ti ir por las ramas -dijo Ópalo, mirándome a los ojos con calidez y agudeza.

-No queremos que pierdas tu secreto. Sabemos que eres un observador y mejor que nadie, sabes que Varna ha desaparecido -se sumó Aventurina buscando relajarme. El nombre de Exdors ha sido reclamado una vez más, y esta vez no desde la casa de Sagitario, sino desde la nuestra. Y no lo vamos a permitir.

-Tú tienes que ver. Tienes que decirnos qué está tramando este traidor -finalizó Turmalina.

He permitido que ustedes escuchen el diálogo porque sus voces, tienen que admitir, deleitan al oído, incluso del más obtuso. Yo estoy ahora muy tranquilo. Estoy en éxtasis. Sé que ellas tienen temor de que se repita el Holocausto. Pero mis sentidos alcanzan a ver mucho. Más que incluso el mago Bessemer. Y por ahora, no veo ningún peligro.

Le expliqué a ellas que, si bien no me sorprendía que hayan descubierto mis poderes (ocultos al mundo hasta ese entonces), no estaban al servicio de cualquiera. De hecho, agregué que ni el dinero podría hacer que se adelante el tiempo para que un pergamino se abriera ante mí y me muestre el sentido de mis visiones.

Pero el tercer pergamino se abrió en ese mismo instante. La historia del Reloj de Arena. Turmalina gritó de emoción al ver a su Padre Cronos. Pero luego, su rostro cambió al ver la historia de su derrota cuando fue enviado al infierno por su propio hijo. Cronos había establecido las fechas y las estaciones. Zeus, en castigo, puso un gran Reloj de Arena en Tártaro para que viese el tiempo infinitamente pasar, en el lugar del que nunca saldría.

Algo pasa con el pergamino. Sus trazos se desfiguran y cuenta otra historia entre líneas. Cronos sufre porque la arena del tiempo deja de fluir. El Reloj se ha detenido. Su polvo se mezcla y el pasado con el futuro se vuelven uno solo. Una figura de llamas turquesas con enormes cuernos es quien atormenta al padre del tiempo. Pero se ha dado cuenta de nuestra presencia y un ojo verde observa directo a nuestras caras, con atención, mientras el pergamino se cierra. Un frío invade nuestros cuerpos y no podemos vaciar la sensación de terror en nuestras miradas.


No puedo continuar y firmemente les pido a las tres que se retiren. Esto es algo nuevo. Qué ha pasado frente a nuestros ojos. Las tres atónitas y desamparadas suplican al amigo que tienen en frente pero yo no tengo nada más que decir.

Ahora que se han ido, necesito prepararme. Necesito un conjuro bien fuerte. Buscaré a un hijo de Ares. No pierdo tiempo y salgo por la puerta trasera en busca de Piro.

martes, 22 de enero de 2008

Casita de acuarela

Para antes de irse a dormir a la cama. Con mucho cariño, para sus hijas e hijos.

Eugenia salió al patio a jugar. La lluvia no la molesta porque se ha cambiado de ropa. Su madre le pide que entre a su fiesta de cumpleaños. Los invitados están conversando en la sala. Vamos a cantar el japiberdei. Hay torta y helados.

Entra Eugenia.

Afuera de la casa azul era otra fiesta. La danza del charco lodoso. Saben bien las sabrosas gotas que destilan su cabello. Qué rico frío. Ven a jugar conmigo. Tan solo un ratito. Ahorita voy.

No entres Eugenia.

La calle se ve linda desde adentro. El agua resbala en la ventana. Es un cuadro en acuarela. Un trapo en el piso limpia la mojazón de Eugenia.

En recuerdo de mi querida abuelita Eugenia.

jueves, 3 de enero de 2008

Regresé al mar

Y me puse a conversar con ella.

Fui volando, fui altivo.
Fui grosero.

Y el mar ni se inmutó.
Y eso era lo que más me molestaba.
Su actitud pasiva a todo.

Al fuego que la quema.
A la tierra que la traga.
Incluso, al viento que la golpea.

Y ahí estaba su alegría.
La traté entender mas sólo me recibió.
No fui el polvo, no fui la arena.

Por ahora, jugué con ella.

Con gratitud inmensa a mis amigos y amigas de Colombia.