lunes, 7 de septiembre de 2009

Palabras flotantes

Todas las mañanas suelo tener la misma rutina de tomar el café en La Palma. Me agradan algunas constantes y ese desayuno particular ilumina mi vida. Me da esperanza que todo pueda tener buen rumbo y más aún si lo puedo empezar en compañía de amigos cuyas fotos adornan el vidrio de encima de mi escritorio. Pero hoy sucedió algo diferente. Fue increíble y estoy seguro -tienes el derecho a pensar que fue un sueño- que nadie me va a creer. Pero juro que fue tal como te contaré.

Me subí al bus para ir a la cafetería cercana a mi trabajo pero ahí adentro me asombró que nadie hablaba. Sus palabras estaban por encima de ellos, como letreros de color blanco. La luz brillante de esa mañana no impedía que pudiera leer con claridad sus pensamientos. "Estoy atrasado para el trabajo"; "por qué este bus va lento"; "ya cambien esa música". Miré a la calle y la gente tenía conversaciones sin sonido y vuelta, las letras flotaban por encima de ellos. Ya cerca de La Palma, justo luego de saltar del bus tuve una de las más gratas sorpresas. No podía creer que desde tan lejos, al ir por la calle camino a esta cafetería, después de tantos años pudiera ver a un amigo de la juventud, de esos que te causan raptos en la memoria. Y a medida que me iba acercando él sorprendiose por mi aproximar. Noté que sus letras eran de rutina y trabajo. Pero ya estando a tiro de saludo, su rostro se compuso en saludo. Me tomó de sorpresa porque mis emociones me traicionaron. Quise salir corriendo al encuentro pero tú sabes que los caminos de la vida nos pone en tontas posturas y cargos haciendo de la naturalidad una tarea muy difícil para mí.

Cerca de él, quise ver qué pasaría por su mente pero su cara se fijó en la mía y por cortesía no pude ver sus letras. Ahí estaba yo, con el poder más grande con el que pudiera soñar y sin poder escapar de su rostro. Admito que la tenía de tono cálido pero molestaba por ser cortés, de protocolo. No fue sino hasta que una pequeña letra se le cayera cerca a su ceja. Una "s". Y ahí no pude evitar levantar la mirada. "...oledad". Por ser amigo preferí mejor buscar la salida y evitarle el incómodo "tengo prisa" y fui yo quien pusiera la excusa para huir de ahí. Finalmente, tarjetas de presentación, saludos mutuos a la familia, promesas de re-encuentros y yo no veía la hora de estar ya sentado en mi mesa de café, disfrutando esos borrachitos deliciosos, el jugo de naranja, el café (obvio) y un panecito.

¿Qué significaría este día? No sé. Todavía me pregunto si fuera tan solo un sueño mientras caminaba hasta la oficina. Tal vez mañana vea sólo números. Espero mejor ver (escuchar) notas. Quizás así la tonada me diría más y solo tendría que afinar el oído para no apartar la vista de rostros que me hablan de miedo, tristezas, odios, sueños incompletos y truncados. Pero prometo buscarte para escuchar tu melodía de esperanza. Total, ¿no eres tú la eterna soñadora?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hello amigo, pues haber mi comentario...interesante tu cuento, me gusto mas que el otro...muy realismo magico estilo Gabo jejeje...

Saludos

Rossy