viernes, 21 de agosto de 2009

Décimo pergamino - El colmillo (Capítulo siete)

Más que nunca estoy concentrado en casa, mirando, observando lo que pasa en este planeta. Las amazonas del todo el mundo se están congregando en la Selene. Lo normal sería ser invocadas por el Cuerno pero ahora, han pedido ayuda a las Ninfas. Nunca había visto que diferentes casas trabajen hombro a hombro por evitar que este universo se haga nada. Se convierta en un simple sueño, un recuerdo.

Es conocido a lo largo de la Gaia que las amazonas son más conocidas por su fuerza, y que el elemento que dominan es la tierra. Pero así mismo, se sabe de tribus que desarrollan en sus guerreras y aprendices las artes de la sanación según lo enseñado por las Ninfas; otras el liderazgo y dominio de los sentidos como legado de su primera Matriarca; algunas muy extintas en táctica y divinación.

Se abre ante mí el pergamino que hablare sobre su nacimiento. Hipólita era la viuda reina del reino Eskitia, conocida actualmente como Scythia. Su reino no diferenciaba a ningún otro de aquella época, pero el Reinado de la Matriarca era temido. Así se hacía llamar quien fuera madre de nueve princesas. Su voz cortaba literalmente el silencio y ningún águila podría semejar su mirada. Era evidente el fuego en sus venas. Leyendas se contarían de voz en voz sobre esta monarca de figura rechoncha que tenía de mascota un león, siempre sentado a la derecha de su trono.

Mucho sabría la Reina del mundo hostil que no bienvenía mujeres al poder y desde pequeñas cada una de estas herederas al trono fueron cuidadosamente entrenadas para matar, dirigir, amar, gobernar.

En ese entonces era escaso el conocimiento sobre las artes y el dominio sobre los elementos. Los dioses habían dejado ya este mundo y la diosa dejaría su última bendición sobre las diferentes casas, pero igual, causaba en aquel entonces particular atención ver algunos vestigios de lo que fuera un mundo poblado de divinidades. Cierto mortal clamaba ser hijo del mismo rey de los cielos, Zeus, y quería presentar sus respetos para desposar a la primogénita. Pero en la tercera noche que fuera probada sus intenciones, después que despellejara con sus manos al mismo león guardián, Hércules atravesó de espada el corazón de Hipólita. El bastardo hizo del cuero del felino su capa.

Una de las hijas, la cuarta heredera al trono -Hipólita- tomó un pequeño colmillo del charco de sangre y juró dar muerte al mismo hijo de los dioses. Siglos ya han pasado y es orgullo para todas sus descendientes guerreras recordar en su Matriarca la muerte de Hércules, cuando porta el arrebatado manto del león y el cetro con el Colmillo.

Un gran ejército está formándose en la Selene de proporciones no antes vistas. No hay duda, podremos ganar.

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