miércoles, 22 de septiembre de 2010

Hermínedes

Del libro en producción "Ibara, escuela de magia"

Algo que recuerdo con mucho cariño de mi escuela era el orden. La organización de que cada cosa pase en su momento y lugar indicado. Aclaro lo de lugar porque usted seguro da por sentado que el horario sea lo que exprese puntualidad porque jamás se podría esperar que los sitios se movieran. En mi escuela sí. Y les explico.

Es que justamente hay clases que eran desconocidas para los estudiantes de menores niveles. Yo no supe de las mismas porque era parte del entrenamiento ocultar literalmente a los sentidos algunos salones de estudio. Hay que ser muy pero muy curioso para darse cuenta de esto. No es tema de conversación entre los estudiantes líderes pues por discreción, ellos estaban llamados a ser guías nuestros en todo tiempo y lugar. Logré pillar sin embargo a uno que otro impuntual que resignado no hacía el mínimo esfuerzo de encontrar la forma de entrar ni pedir disculpas ante el maestro por su atraso o descuido en la hora. Es que simplemente no podía el desgraciado ver la entrada. Uno de los maestros de estas clases era Hermínedes.

Conforme fueran pasando los años y así mis grados de conocimiento este tipo de materias serían de gran predilección para mí. No se asombre si le digo que para algunos, después de un tiempo, serían tan aburridas como las matemáticas. Hermínedes era mi maestro de ilusiones. Llegaba a paso lento y al sentarse, tomaba su pequeña boina y la ponía a un lado de su mesita de profesor. Era bajito. Nadie lo ubicaba en las reuniones. Con decirle que cuando vino un gran magistrado a oficiar las graduaciones, yo aproveché tomarme muchas fotos con mi maestro de ilusiones porque nadie le tenía predilección. Todos iban a por el gran magister. En fin, Hermínedes no hacía grandes gestos pero su tesoro estaba realmente en la boca del que preguntara con gran cuidado. Yo procuraba prestar atención cuando explicaba los secretos del adormecimiento de los sentidos y cómo se podía sacar provecho, más aún si me iba a dedicar a la prestidigitación. Su frase más común era 'crasa acción' al ver los descuidados movimientos de mis compañeros. Era tan hilarante que aunque lo dijera con voz paciente era en sí un perfecto insulto.

Un poco antes de graduarnos era importante descubrir al menos 3 sectores ocultos de todo el campus escolar. Con gran esfuerzo me fue bien en tal tarea pero no puedo decir que quedé satisfecho ya que no pude encontrar los otros más que seguirán ocultos quien sabe hasta cuándo.

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