La Flor de Verano
Se lleva violenta su mano a la cabeza porque el viento era fuerte y no quería que su sombrero saliera volando. El mar, la brisa sabor yodo era todo. No necesitaba más que unos minutos frente a ella para recordar su pasión. Avanza a paso lento porque cada pisada es recordatorio de vida. Arena, calor, dolor, Sol. Nada lo toma por sentado y lo recibe como pasado. No le interesa su futuro y avanza con bolsa a un lado para saberse amada por sí misma.
Ella es así. Josefa no necesita por ahora el dolor a cuestas y se deja enamorar por otra brisa fuerte.
Almuerzo de altura
¡Aurelio! Baja que ya está el almuerzo aquí, gritaba su mujer. Él, presto y dispuesto corría entre las vigas de la construcción como ratón que lo llevara el diablo. Es que, ¿hay cosa más rica que el merecido manjar hecho por su mujercita?, pensaba él.
Así se querían; a su manera. Tosca y sin arrumacos. Ella pregunta si ya tiene el dinero para los útiles que piden en la escuela. Él saca de su bolsillo lo justo. Ambos miran al piso, como viejos amigos que no necesitan ganarse la voluntad. Como amigos que tampoco necesitan darse cariño. Hay silencios incómodos para ellos, no que el resto de nosotros pudiera notarlo mucho menos yo.
Un beso final y mientras se despide él resuena sus dientes para sacarse algún rezago de comida que impide oír la última instrucción de su mujer. Cada uno agarra su rumbo en direcciones opuestas.
Lodo
Masa. Risa. Dedos. Dedos al Sol. Dedos en la ropa. Mirada de aprobación. Mirada de júbilo. Mirada de logro. Risa. Chupón. Chupete. Biberón. Sucio. Risa. Más risa. Más júbilo. Más logros. Mira mamá. Mira.
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