Cuatro
almas se encontraron a contar sus historias personales en una descripción de
algo que podrían llamar suyo. A saber, tesoros le llaman en ciertos lugares. En
otros, cargas. Pesos que se llevan aferrados a la mano y que impiden acoger lo nuevo
y desconocido.
Una
empezó su relato así:
“Mi tesoro tiene que ver con eso que
llaman pasado. Me sigue a donde vaya y a ratos quisiera tener alas para volar
lejos de su presencia. Encuentro dicha en la ingratitud de mi memoria y que se
disipe lentamente –quepa aquí la esperanza del olvido- en vagos recuerdos. Mi
pasado no me deja avanzar. Y cada día crece más este cofre donde voy colocando
joyas de instantes vividos. Pero mi pasado no me deja avanzar. Mi cuerpo se
inclina hacia adelante con deseos férreos de llegar un paso más y otro. Me han
dicho que me voy a perder de nuevas experiencias por andar velando lo que ya no
existe y les grito hasta que mi propia voz sea la única que escuche. Nadie sabe
el precio de mi tesoro y no lo dejaré jamás”.
Este
relato dejó a las otras almas en silencio pero una tomó valor y siguió la
velada con su historia. Algo temblorosa, tragó saliva y así empezó:
“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo
pierde y yo perdí mucho el día que se fue mi inocencia. Era esa pequeña que
tenía de compañía en fantasías y juegos. Era mi mejor amiga y la llevaba a
todas partes. Su presencia hacía mis días brillantes, felices y llenos de
ilusión. Siempre la supe cercana pero la tomé por sentado. Ni siquiera supe
valorarla. Ahora, mi mundo se torna gris ante los ataques de palabras y la
traición. Me cuesta pensar que un mundo tiene que ser construido con la
desconfianza. Nunca más recuperaré mi amado tesoro por más que mi rostro quiera
ahora acomodar la imagen de su memoria”.
Una
vez más, la sala enmudeció. No supieron qué decir. Alguien pensó a sus adentros
alguna palabra de consuelo pero se contuvo para no dañar lo sagrado. El terreno
del otro. Así, sólo prosiguió quien por turno tuviera la palabra.
“Mi familia ha sido todo en mi vida. Ha
sido quien me diera su paternidad en la escuela y quien a mí me dijera hijo sin
importar su seno. Fue la voz amiga que me hizo ver al hermano, al amigo que la
vida me tenía reservado como sorpresa. Mi familia nunca fue sangre sino
elección y obsequio”. Su voz se detiene y pareciera que se
fuera a quebrar por un recuerdo. “Mi
familia ahora la he podido armar yo. Soy feliz del hijo y la esposa que conocí.
Mi tesoro”.
No
fue difícil para las almas ver que su corazón se encendía en calidez después de
este relato, lo que llevó a la última –ya más animada- a finalizar la velada
con su historia.
“Mi
conciencia es barro
Es tierra y polvo y agua.
Torcida
y cierta.
Es grito e incomodidad.
Es
lágrima viva
y
consuelo presto.
Cómplice
del otro
y
ajena a mí.
¡Calla
conciencia!
Déjame
que quiero
ser
humano y pecar.
Déjame
que sepa
lo
que es amar.
El
niño se ha ido
y
el hombre sabe que
si
tengo, no dudaré
quitarte
la vida
para
poder crecer”.
Cuatro almas, cuando tesoros.
Arquelino
10-septiembre-2013
Ejercicio de escritura para Taller de introspección con una palabra escogida al azar: "Mi sombra".
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