martes, 18 de diciembre de 2007

Quinto Pergamino - El Anzuelo (Capítulo tres)

Bianca reaccionó. Su brazo por poco es arrebatado de un solo tajo por una garra de Escila, tras romper del todo los ropajes que emulasen a Varna. ¿Quién sabría cómo era ella?

El pequeño altar central de la Serpiente, es destrozado por la imponente fuerza de esta aberración. La cúpula cede junto con sus doce columnas. De cada dos de ellas, seis corredores se extienden hacia afuera. La Reina amazona hace gala de su entrenamiento tribal y maneja una salida de la emboscada. Ella siente cada músculo tensarse al límite. Ora espada en vaina. Ora espada en mano. Es una danza acrobática mortal, esquivando las 6 enormes cabezas serpentales de Escila. Es su vida. Sabe que no hay doble pensamiento. Matar, luego vivir. Es ahora o nunca. Con ira encendida. Mirando de frente la cabeza central, se lanza. Primero, una cerbatana certera a sus ojos. Y en el trayecto, dando un salto lateral, una daga es lanzada en dirección contraria hacia otra cabeza. Ella se abre paso entre los escombros. La bestia, podrá haber hecho derroche de fuerza bruta, no obstante la mujer parece salir al paso con la gracia de la gacela. Cada intento por devorar a la cazadora se frustra por las arremetidas de Bianca.


Abrí el quinto pergamino. Una ninfa decidió aumentar los tesoros del reino de su padre Forcis profanando el altar de Poseidón. De su madre, la divinidad de la magia, Hécate, habían aprendido muchos trucos. En la era de los dioses, y Escila fue matando con imponencia cada guardia que se interponía en su corriente. Ahora que estaba en el templo mayor de Atlántida, no hubo sacerdote que sobreviviese sus ataques. Ella sabía que el regalo de Gaia, al dios marino, fue un anzuelo dorado que sería la tregua de que la tierra no cazaría más a los hijos del mar. Este tesoro no sólo era de valor infinito. En sí, yacía el balance entre los dos mundos, marino y terrestre. Su belleza hizo un adorno más al estar en la sala mayor de los tesoros. Su sorpresa fue ver a su hermana, lista para ayudarla. Justo ahí, otra ninfa, de belleza embaucadora sería su cómplice. O su maldición. Ésta no pudo resistir y cayó presa de la envidia y la codicia de su hermana, estando ahí, justo frente al brillo de tal magnífico tesoro. Poseidón siempre supo de la traición de esta ninfa, de tal forma que se valió de otra más para completar la apostasía. Nada mejor aún si procedía de su propia sangre. Zeus, teniendo acceso al pergamino de la vida, vio todo esto. Transformó a las dos en horribles criaturas desfigurando en particular a Escila en una bestia de seis cabezas serpentales que ahora atacase a Bianca. Lo olvidé. ¡Su hermana!


La reina siente en su espalda un golpe que la empuja al piso, como si fuese una bofetada de los dioses. Es Caribdis y su chorro mortal de agua. Bianca a duras penas logra ponerse en pie. Otro golpe más y no solo la deja inconsciente sino que casi la ahoga. Escila ve una oportunidad de vengarse despedanzando lo que será su presa. Una llama verde de advertencia la separa y su voz masculina, ya anciana, viene volando de los cielos con demanda que deje a la amazona intacta. Toma de ella el Cuerno y paga el trabajo mercenario. Las dos hermanas, regresan a las profundidades del mar.


Una nueva mujer aparece, con llamas también verdes y es ahora quien arrastra a Bianca hacia su jaula. La Isla de las Serpientes se pierde en el horizonte mientras estas dos extrañas figuras se alejan en un Alado.

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