jueves, 3 de abril de 2008

Semilla de Vida


Alcarria
Canompe está bordando. Le falta la letra p y e en el pañuelo. Sabe que su nombre le quedará bien como regalo para que su abuelita recuerde a su joven nieta. El día se pasa sereno, en meditación, sentada en el porche de la cabaña. Es junio y las lluvias son pocas. El viento corre fuerte y contrasta su silbido lejano con el chirrear de la mecedora. Un polvo levantado de un posible visitante es rastro único de vida en el horizonte no tan generoso en verdor.

Alcoba
Con desgano tomó la pastilla blanca y busca entre sus cosas la estampita de Santa Lucía. Hoy le dolía un poco el ojo izquierdo y quería con el otro bueno, rezarla aún sabiendo que la devoción no disipaba el dolor desde el martes pasado. De males el menor pero a Daranina el cáncer era la voz constante, repetitiva del tiempo recorrido. No había consuelo ni solaz. Se sabía amada en la mirada llorosa de su nuera. La ventana muestra poco y su ojito derecho regalará otra lágrima a su almohada.

Ausencia
Adanzo es un buen padre. Desde su puesto ha visto dos colores en la baldosa. La respiración se siente lenta y la cabeza hormiguea mucho. No puede ver a su hija que está en frente. El techo se siente tan lejano y no fuerza la mirada más allá de lo que sus cejas permitan. A ratos se acuerda que hoy llegaría la carga de arroz y su ausencia retrasaría bajar los sacos a la bodega, pero su jefe le ha dicho que se tome el día. Un compañero presente se acerca, le abraza y le repite frases ya conocidas. Otras figuras de negro, toman también valor y le regalan esperanza. Adanzo es buen hijo y deja un lirio como regalo final tras darle dos golpecitos a la losa.

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